domingo, 21 de agosto de 2011

Amantes.

Un millón de veces comencé a callar, para que en plena lluvia pudiese escuchar el silencio. Pero ese silencio nunca era tal. En Las Caletas, cuando llueve, se oscurece más temprano, el té se enfría pronto, la mayoría de los zapatos están a la deriva de la ventana, esperando secarse. Guardamos el rencor por unos minutos y nos encerramos en nuestras casas. Y comienza la danza. Siempre he creído que los amantes más fieles son la lluvia y el martillo. Siempre que viene la lluvia por estos lugares, puedo escuchar martillos golpeando los techos, poniéndole clavos, tapando las goteras, sólo por la felicidad que le brinda su tan amada lluvia.


¿Así de políticamente correcta es nuestra pobreza?
¿Así de pacífica les gustaría, a los poderosos, que fuese nuestra bronca?

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